Misterios de un valle

Cangas del Narcea

Acumula este pueblo, con forma de sardina acostada y coronado de montañas, un buen puñado de enigmas. Tiene fama Cangas del Narcea de haber exportado durante años a todos los serenos que patrullaron las calles de Madrid; y entre sus misterios más antiguos se encuentra también el de aquel fraile que trató, con poco tino, de sacar el diablo del alma del hechizado Carlos II. Cabe avisar al lector del gusto de sus vecinos por la exageración -aquí no hay casas grandes, sino casísimas-; y también de su estupenda capacidad para hacer de la necesidad, virtud, pero con un toque enigmático. Esto último, por su naturaleza de frase hecha, necesita al menos un ejemplo. Veamos. Con la tasa más alta de celiaquía probablemente urbi et orbi –triplica la nacional- hemos convertido al pueblo, presumimos, en el primer destino 100% libre de gluten.

Empiezo la ruta propuesta al final de la calle Mayor. En un minuto sin cronometrar pasan tres familias con carritos de bebés. La tasa de natalidad de este pueblo también es un fenómeno paranormal. Me sitúo en la salida, pues, con una actitud a medio camino del turista sin destino y de la sabiduría de una moza local. Cruzo varias tiendas cerradas desde décadas ha. Algún gilipollas ha garabateado las paredes del Teatro Toreno. “Keep calm and se feliz (y come perdiz)” [sic], dice el poeta.

A los pocos metros, violo las normas del juego, para ahorrarle al lector -y de paso a mí misma- un tramo de vía con tiendas abiertas y terrazas atestadas, y me desvío por la calle de los hermanos Flórez, bautizada a pares, como el hospital: Carmen y Severo Ochoa. El centro marca la brecha generacional entre los millennials, que estrenamos sus instalaciones, y los prehospital. Y de seguir mermando el ya exiguo interés de la Administración hacia la zona, pronto será también el centro que solo incubó millennials.

Por el Cruce, institución social en la que coinciden la calle Mayor con Maestro don Ibo, desfilan afanados locales y turistas. Los de fuera vienen buscando osos pardos y lobos, abundantes en la zona para dolor de cabeza de los ganaderos. Nadie les ha dicho que la especie local por excelencia es el minero prejubilado (o jubilado, en su defecto), y que tiene por afición juntarse en esta zona a contarse las novedades.

Quedan algunos metros más hasta llegar al final de la calle, en cuya desembocadura está la plaza del Ayuntamiento, escenario de alguna ocupación de trabajadores del carbón cuando aún había esperanza. “El PSOE es lo peor que le ha pasado a Asturias”, me dijo Nacho Vegas en una entrevista. Amén. Me siento en una de las almenas que rodean la plaza, por eso de reposar el paseíto, y me recuerdo que estos días tan apacibles, esta vista tan impresionante, ese olor a limpio tan familiar –esos días azules y este sol de la infancia que diría un poeta de verdad- siempre han tenido también la virtud de convertirse en una jaula.

Un paseo de Saila Marcos.

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