Un pasaje de La Mancha

Pasaje de Gabriel Lodares, Albacete

Huele a café y a infusión. Una taza tintinea contra un pequeño plato de cerámica en una terraza. Dentro hay chocolate, pero sobre todo hay calor, especialmente necesario para templar el cuerpo en estos días de invierno. Es una calle antigua sin ser vieja. Es el corazón de una ciudad que emana adaptación. A la temperatura, claro, pero también a los tiempos que le han tocado vivir.

Retrocedamos 400 años y viajemos a esa ciudad con calles de tierra poblada de gente de oficios. Personas sencillas que buscan sobrevivir y, entre jornada y jornada, toparse con un pedazo de felicidad en la casa. Después vendrían la maquinaría y la industria que inspiraron el célebre apodo de Azorín: “la Nueva York de la Mancha”. La política y sus consecuencias sociales pasarían a ser protagonistas, a cobijar a Brigadas Internacionales y a acuñar agujeros de bala y metralla en edificios que aún se conservan. Resisten. Se adaptan. Otros cayeron, lo hicieron sus fachadas y la belleza de su antigüedad, de su pasado.

Hoy el centro de Albacete es un gran centro comercial plagado de tiendas, restaurantes, bares de copas y demás lugares de ocio. Estamos en la calle más comercial de la ciudad. Sí, esa en la que hay un Zara. Pero entre ese racimo de escaparates, ese amontonamiento de camisas de cuadros, entre esa acumulación de cincuentas por ciento de descuento e incluso algún sesenta, sobrevive uno de esos lugares de los que sentirse orgulloso.

El Pasaje de Gabriel Lodares no solo es el punto más bello de la ciudad. Es una obra prácticamente única en España y ciertamente escasa en nuestro continente. Cruzamos la calle sorteando algún vehículo y aquí, en la puerta, una luz más cálida y apagada nos abstrae. Estamos atravesando un siglo en apenas segundos. La galería es alta y con muchos balcones, decenas de ellos, a los lados, a lo lejos… avancemos.

Descubrimos que también hay comercios, pero aquí el silencio hace más ruido protegido por los muros del Pasaje. Un par de cafeterías dan el definitivo toque bohemio. No es raro ver allí a señores con sombrero tomando un café por la mañana. Definitivamente, hemos viajado en el tiempo. Las infusiones y los tés definitivamente nos envuelven en una nube suave y calentita.

Es un reducto, un vestigio, casi un recuerdo. Una pequeña joya, tranquila, en mitad de la velocidad y el ruido del siglo XXI. Una reminiscencia de una ciudad que fue, muy poquito a poco, y que ha abrazado el progreso perdiendo, ciertamente, parte de su encanto. Entra, pasea, huele, acaricia el entorno y descubre uno de esos lugares que no te esperas.

Un paseo de Isaías Blázquez.

Hemos preparado un acceso molón a cada una de las canicas, pero lamentablemente falla en el móvil. Mientras lo solucionamos puedes acceder a cada ciudad también desde aquí: Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Bruselas, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Ceuta y Melilla, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, La Rioja, Los Ángeles, Madrid, Murcia, Navarra, y País Vasco.

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