Un barrio donde caminar

Calle Zaramaga, Vitoria

Seis carriles para automóviles y uno de bicicletas (o bidegorri) separan en la calle Zaramaga dos aceras que conviven en un ordenado antagonismo. El lado par lo ocupan los bloques de viviendas “obreras”, inalterables desde hace más de sesenta años. El lado impar está reservado al centro comercial Boulevard, que exhibe sus negocios sin haber alcanzado aún la mayoría de edad.

Pero no es el día para recorrer la calle siguiendo los pasos del capital. Es domingo por la mañana. Y, en domingo, ni se produce ni se consume (o, al menos, no en Vitoria). Los trabajadores, la mayoría de ellos jubilados, y los compradores, similarmente agotados, disfrutan de su descanso semanal.  

Hoy la calle pertenece a la docena de valientes que han desafiado la pereza y la humedad, que la recorren a pie o en bici y que lucen una colección de chubasqueros que no pasa de moda.

En un lado, la publicidad de una conocida marca de bricolaje recuerda tras el cristal que “la temperatura ideal está dentro”. Un reclamo a medida de los vitorianos cuando el termómetro marca 9 otoñales grados al sol. Enfrente, los grafitis fosilizados en los bajos de los edificios compiten por la atención de los caminantes. Unas veces, con la sutileza de la caligrafía ilegible; y otras, con el descaro propio de un escaparate de ladrillo que reivindica “el comercio con arte”.

El sol asoma tímidamente en el ecuador del camino y un cartel electrónico recuerda a los coches que moderen la velocidad. Sin embargo, es una cuadrilla de jubiladas en plena forma la que amenaza con arrollar a los peatones si no se andan con cuidado. Entre rítmicas respiraciones, comentan que estaría bien pasar a visitar a una amiga porque “con este tiempo está revueltilla”. Hoy la calle pertenece a la docena de valientes que han desafiado la pereza y la humedad.

Mientras tanto, varios autobuses recorren la línea Periférica, creada hace 9 años cuando  murieron los barrios de la ciudad y nació el extrarradio. Pero, a pesar de la rebautizada línea de autobuses, el barrio de Zaramaga no ha cambiado tanto. Es una zona de rincones olvidados a la que la ciudad destina sus pensamientos al menos un día al año, cuando recuerda a los cinco obreros que murieron durante una jornada de huelga general el 3 de marzo de 1976.

Al dejar atrás el centro comercial, el caminante se topa con un hotel de cuatro estrellas. Al lado, un martillo de forja Massey, fabricado en Mánchester, informa a los viajeros despistados sobre las generaciones de visitantes que les precedieron. Tal vez los nuevos visitantes lleguen seducidos por los encantos turísticos de la ciudad, pero sus antecesores lo hicieron atraídos por los empleos de la desaparecida Forjas Alavesas.

La calle se extiende varios metros más y deja a elección de los vecinos por qué acera quieren continuar su camino. Escojan la que escojan, lo que está claro es que en Vitoria los domingos se sale a caminar. Y, casi siempre, sobre suelo mojado.

Un paseo de Leire Albinarrate.

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