Bolas y tacos

Whittier Boulevard, Los Ángeles

Tac. Y la bola se dirige de cabeza hasta un agujero del billar. Unas veinte personas se han saltado la misa de domingo para pasar la mañana entre tacos y carambolas en Cal Café and Billares, una cantina en el corazón de Whittier Boulevard. Todos hablan español y todos son hombres. Uno lleva sombrero ranchero y ninguno presta atención al Pumas – Santos Laguna de la liga mexicana en la televisión (1-1 final). La única mujer es la camarera, que deambula por la barra con la tranquilidad de saber que a estas horas se sirven más cafés que cervezas.

Los 31 kilómetros de Whittier Boulevard no la convierten en la calle más larga de Los Ángeles: Sepulveda Boulevard llega casi hasta los 69. Tampoco es la más famosa (Hollywood Boulevard) ni la más lujosa (Rodeo Drive). Ningún bus turístico recorre “la Whittier”, pero sin ella es imposible entender una ciudad de nombre en castellano, fundada bajo la corona española en 1781, que fue mexicana hasta 1848 y en la que ahora cuatro de cada diez habitantes son hispanos.

Whittier Boulevard es la calle de las almas divididas, la de los chicanos que no son mexicanos ni gringos. Desde el puente de la Sexta, destruido pero inmortal gracias a Grease o Terminator 2, hasta su discreto final en La Habra, “la Whittier” susurra las historias chicanas de Los Ángeles: la de inmigrantes latinos que llegaron para currar y ganarse la vida, la de pandillas que regaron los barrios de sangre, la de manifestaciones como la de 1970 en la que la policía asesinó al periodista Rubén Salazar, la de tatuajes en tinta negra y gris, la de películas como Nacido al este de Los Ángeles o Lecciones inolvidables, la de los lowriders que todavía la recorren brincando como cabras motorizadas y presumiendo como pavos reales sobre cuatro ruedas.

“Let’s take a trip down Whittier Boulevard”. Al rock sesentero de Thee Midniters, entre bocinas de coche y aullidos de mariachi, le sucedió la cumbia y la banda sinaloense que reinan ahora en “la Whittier”. Aunque los reyes entre reyes son Los Tigres del Norte, que hasta patrocinaron un mural en la calle. En su tramo central y occidental, Whittier Boulevard cruza zonas acomodadas que acarician la clase alta como Pico Rivera, pero lo más genuino está entre Boyle Heights e East Los Ángeles. Ahí las liquor store con Modelo o Tecate de oferta se retan con los locales de Alcohólicos Anónimos. La fe se la reparten diminutas iglesias evangélicas como Tabernáculo de la Victoria y la religión de la grasa y los tubos de escape de los talleres. Al menos, creyentes y ateos coinciden en reverenciar la comida mexicana: tacos y quesadillas aparecen en cada esquina como santos ante los que inclinarse o a los que devorar sin santiguarse.

Tac. Y la bola se dirige de cabeza hasta un agujero del billar. Unas diez personas apuran el domingo en Las Vegas Bar, una cantina en la última frontera de Whittier Boulevard. Todos hablan español y todos son hombres. Algunos gritan rancheras y la mayoría se rodea de baratísimas cubetas de cervezas. Las únicas mujeres aquí son las camareras, que con ropa ajustada buscan propinas generosas. Pero en la barra cuentan con una protección especial: la de una Virgen de Guadalupe que casi sugiere que, si Trump quiere levantar su muro, habría que dejar a “la Whittier” en el lado mexicano.

Un paseo de David Villafranca.

Hemos preparado un acceso molón a cada una de las canicas, pero lamentablemente falla en el móvil. Mientras lo solucionamos puedes acceder a cada ciudad también desde aquí: Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Bruselas, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Ceuta y Melilla, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, La Rioja, Los Ángeles, Madrid, Murcia, Navarra, y País Vasco.

Andalucía Aragón Asturias Islas Baleares Bruselas Islas Canarias Cantabria Castilla-La Mancha Castilla y León Cataluña Ceuta y Melilla Comunidad Valenciana Extremadura Galicia La Rioja Los Ángeles Madrid Murcia Navarra País Vasco